sábado, 22 de septiembre de 2012

De como no salir bien parado (El Hechicero y el mago Parte III)


Desde la ventana podía ver a Harly sentado en el banco de la plaza; su cabeza se hallaba baja, como mirándose los pies, aunque sus ojos dejaban entrever que la mirada estaba, en realidad, perdida y absorta en sus pensamientos. La noche acaecía ya en Anaroth y las farolas iluminaban pobremente con el fuego azul la plaza, haciéndo la imagen de Harly más lúgure de lo que en realidad era.
Tomó el último sorbo de leche caliente que le quedaba en la jarra de barro y después se alzó, no sin antes echar unas monedas de plata sobre la mesa. Dejó caer estas violentamente, no por enfado ni malestar con la atención prestada por el tabernero, sino para llamar la atención de éste y para que ningún usurero arrebatase dichas monedas.
Salió de la taberna con paso firme, se echó parte de la túnica hacia el cuello para protegerse de los afilados silbidos que producía el gélido aire que recorría en ese instante la plaza central de Loswen. Abrió el desgastado y roñoso libro que llevaba en sus manos justo por una página que tenía marcada con un trozo de papel y, sin cesar de caminar, empezó a pronunciar un hechizo en lengua arcana; a cada paso que avanzaba elevaba el tono de voz, hasta encontrarse casi hablándole al cielo. Las pocas personas que se encontraban cerca de aquel viejo y estrafalario hombre, ataviado con una túnica raída y sombrero de pico alto, cuya barba llegaba casi hasta los pies, empezaron a correr huyendo de él, pues el viento parecía concentrarse en él y el gélido aire empezaba a transformarse en uno que podía fundir hasta el más duro metal. De igual manera, por el reino bien era sabido que lo mejor que se podía hacer ante un hombre hablando en la lengua de los dioses era... huir.
Harly retornó de sus fantasias para mirar al frente, y saludar al viejo con una amplia sonrisa, pero sin mover un ápice su cabeza. Para cuando el viejo cesó en su griterio, una gran cúpula de agua en forma de cristales de hielo se desmoronaron alrededor de Harly.

  • Suponía que te habías protegido, Harly.
  • Saludos – Contestó levantándose de su asiento ayudándose de sus manos apoyadas en sus rodillas. - No sabía que estuvieses por el pueblo.
  • Joven Harly... sabes que no es una visita diplomática. Así que déjate de memeces y cortesías. Deja que te lleve conmigo y no compliques aún más las cosas.
  • Borogarn, Borogarn... ¿Acaso crees que me voy a dejar coger tan fácilmente?
  • Asesinaste a Hygred, si no te vas a dejar coger no tendré más remedio que aniquilarte Harly.

Antes de que el viejo acabase de pronunciar su frase, Harly dió un salto fintando al hombre para después lanzarle una golpe de fuerza en la espalda y desaparecer. Borogarn se hallaba de rodillas en el suelo jadeando por el dolor y maldiciendo a todo cuanto se le venía a la cabeza.

Al día siguiente el carruaje con los caballos aguardaban a Borogarn y su equipaje a la salida del palacete de Tyra Farja, condesa de Loswen. Borogarn había solicitado la noche anterior una audiencia con la noble para informar de que Harly, andaba por el condado y que tuviesen cuidado, aunque ésta no prestó mucho atención al maloliente viejo.
Aunque la hazañá de Harly se había expandido por Exmnat con rápidez, el miedo hacía su persona y por ende, la precaución se había evadido con tanta rapidez como la espuma sube. Resigando, Borogarn se adentró en el carruaje, cerrándo la puerta violentamente y mirando a través de la ventanilla hacia el palacete; no pudo evitar resoplar con frustación mientras se alejaba de aquella villa.

  • No te machaques Borogarn. Son humanos, tozudos y despreocupados. En cuanto Harly tenga más posesión del mal, y empiece a acabar con todo aquel que se le cruce, rogarán nuestra ayuda.
  • ¿Y para entonces que haremos?

En tanto el carruaje azul cobalto se alejaba, Tyra acudió a la sala del escriba, y recogiéndose la enorme falda se sentó en el trono que se hallaba en el centro de la recargada y ostentosa magenta sala.
  • Papyr, anota esta carta que te voy a dictar:

Querido y estimado Emperador Illidon,
Acabo de recibir una no grata visita sorpresa de Borogarn, hijo del gran archimago Vesta y hechicero maestro de la Torre de Magia de Shaggard.
Primero quería mencionar que está provocando una falsa alarma social persiguiendo al joven Harly, proclamando sus hechizos a pleno pulmón en el corazón del pueblo y teniéndo la osadía de reprocharme en persona que no estamos usando los recursos necesarios para parar los pies a Harly, a mi entender mago de poca monda que tuvo la mala idea de asesinar a un hombre en su lecho de muerte mientras dormía.
Desde mi condado no considero que sea necesario crear tanto miedo en el pueblo por un hombre que hasta mi carnicero podria quitar del medio.
Segundo, le solicito que se detenga a Borogarn al menos hasta que se le quite esa idea de la cabeza, ya ha acudido a tres nobles y dado la alarma de la existencia de Harly, poniendo en evidencia a los altos cargos que gobernamos nuestras ciudades y pueblos y tememos que pueda provocar una revolución de las gentes de Exmnat.
Espero que tome las medidas necesarias para evitar un mal mayor,
Saludos,

Condesa Farja.”

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