Desde la ventana podía
ver a Harly sentado en el banco de la plaza; su cabeza se hallaba
baja, como mirándose los pies, aunque sus ojos dejaban entrever que
la mirada estaba, en realidad, perdida y absorta en sus pensamientos.
La noche acaecía ya en Anaroth y las farolas iluminaban pobremente
con el fuego azul la plaza, haciéndo la imagen de Harly más lúgure
de lo que en realidad era.
Tomó el último sorbo de
leche caliente que le quedaba en la jarra de barro y después se
alzó, no sin antes echar unas monedas de plata sobre la mesa. Dejó
caer estas violentamente, no por enfado ni malestar con la atención
prestada por el tabernero, sino para llamar la atención de éste y
para que ningún usurero arrebatase dichas monedas.
Salió de la taberna con
paso firme, se echó parte de la túnica hacia el cuello para
protegerse de los afilados silbidos que producía el gélido aire que
recorría en ese instante la plaza central de Loswen. Abrió el
desgastado y roñoso libro que llevaba en sus manos justo por una
página que tenía marcada con un trozo de papel y, sin cesar de
caminar, empezó a pronunciar un hechizo en lengua arcana; a cada
paso que avanzaba elevaba el tono de voz, hasta encontrarse casi
hablándole al cielo. Las pocas personas que se encontraban cerca de
aquel viejo y estrafalario hombre, ataviado con una túnica raída y
sombrero de pico alto, cuya barba llegaba casi hasta los pies,
empezaron a correr huyendo de él, pues el viento parecía
concentrarse en él y el gélido aire empezaba a transformarse en uno
que podía fundir hasta el más duro metal. De igual manera, por el
reino bien era sabido que lo mejor que se podía hacer ante un hombre
hablando en la lengua de los dioses era... huir.
Harly retornó de sus
fantasias para mirar al frente, y saludar al viejo con una amplia
sonrisa, pero sin mover un ápice su cabeza. Para cuando el viejo
cesó en su griterio, una gran cúpula de agua en forma de cristales
de hielo se desmoronaron alrededor de Harly.
- Suponía que te habías protegido, Harly.
- Saludos – Contestó levantándose de su asiento ayudándose de sus manos apoyadas en sus rodillas. - No sabía que estuvieses por el pueblo.
- Joven Harly... sabes que no es una visita diplomática. Así que déjate de memeces y cortesías. Deja que te lleve conmigo y no compliques aún más las cosas.
- Borogarn, Borogarn... ¿Acaso crees que me voy a dejar coger tan fácilmente?
- Asesinaste a Hygred, si no te vas a dejar coger no tendré más remedio que aniquilarte Harly.
Antes de que el viejo
acabase de pronunciar su frase, Harly dió un salto fintando al
hombre para después lanzarle una golpe de fuerza en la espalda y
desaparecer. Borogarn se hallaba de rodillas en el suelo jadeando por
el dolor y maldiciendo a todo cuanto se le venía a la cabeza.
Al día siguiente el
carruaje con los caballos aguardaban a Borogarn y su equipaje a la
salida del palacete de Tyra Farja, condesa de Loswen. Borogarn había
solicitado la noche anterior una audiencia con la noble para informar
de que Harly, andaba por el condado y que tuviesen cuidado, aunque
ésta no prestó mucho atención al maloliente viejo.
Aunque la hazañá de
Harly se había expandido por Exmnat con rápidez, el miedo hacía su
persona y por ende, la precaución se había evadido con tanta
rapidez como la espuma sube. Resigando, Borogarn se adentró en el
carruaje, cerrándo la puerta violentamente y mirando a través de la
ventanilla hacia el palacete; no pudo evitar resoplar con frustación
mientras se alejaba de aquella villa.
- No te machaques Borogarn. Son humanos, tozudos y despreocupados. En cuanto Harly tenga más posesión del mal, y empiece a acabar con todo aquel que se le cruce, rogarán nuestra ayuda.
- ¿Y para entonces que haremos?
En tanto el carruaje azul
cobalto se alejaba, Tyra acudió a la sala del escriba, y
recogiéndose la enorme falda se sentó en el trono que se hallaba en
el centro de la recargada y ostentosa magenta sala.
- Papyr, anota esta carta que te voy a dictar:
“Querido y estimado
Emperador Illidon,
Acabo de recibir una
no grata visita sorpresa de Borogarn, hijo del gran archimago Vesta y
hechicero maestro de la Torre de Magia de Shaggard.
Primero quería
mencionar que está provocando una falsa alarma social persiguiendo
al joven Harly, proclamando sus hechizos a pleno pulmón en el
corazón del pueblo y teniéndo la osadía de reprocharme en persona
que no estamos usando los recursos necesarios para parar los pies a
Harly, a mi entender mago de poca monda que tuvo la mala idea de
asesinar a un hombre en su lecho de muerte mientras dormía.
Desde mi condado no
considero que sea necesario crear tanto miedo en el pueblo por un
hombre que hasta mi carnicero podria quitar del medio.
Segundo, le solicito
que se detenga a Borogarn al menos hasta que se le quite esa idea de
la cabeza, ya ha acudido a tres nobles y dado la alarma de la
existencia de Harly, poniendo en evidencia a los altos cargos que
gobernamos nuestras ciudades y pueblos y tememos que pueda provocar
una revolución de las gentes de Exmnat.
Espero que tome las
medidas necesarias para evitar un mal mayor,
Saludos,
Condesa Farja.”
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